Fue un erudito y coleccionista aficionado a las monedas y las antigüedades como Vincencio Juan de Lastanosa, en cuyo círculo de intelectuales se movió.
Entró en contacto con él con poco más de veinte años (se conservan una cincuenta cartas escritas por Guimerá al joven Lastanosa).
Reunió una importante biblioteca y una gran colección de manuscritos, medallas e inscripciones.
Tras su muerte, el mecenas oscense heredó algunos de sus valiosos manuscritos, así como el Convento Mayor de San Agustín de Zaragoza y la Casa del Duque de Híjar, que heredó a la de Guimerá, pues aunque el conde estuvo casado con Isabel Inés de Eril, hija de Felipe, primer Conde de Eril, y de doña Cecilia Semanat, no dejó hijos; legando por su testamento cerrado que otorgó ante el Notario Pedro Gerónimo Martínez de Azarve, en 10 de junio de 1638, sus estados a doña Francisca Garcerán de Pinós y Fenollet, viuda de don Juan Francisco Cristóval Fernández de Hijar, Duque de Híjar y Conde de Belchite.
Se mandó enterrar en el Real Convento de Predicadores de Zaragoza.