Tienen su origen en las antiguas galletas marineras que se fabricaban en los puertos de diferentes partes del mundo para abastecer a los barcos en sus largos viajes.
Se pueden considerar un pan de forma pequeña y redonda, similar a un medallón, de miga crujiente y ligeramente desarrollada gracias a un breve leudado.
Antes de hornearse, las galletas de sal se pinchan con un tenedor para favorecer una cochura uniforme.
El resultado es un pan duro debido a su baja hidratación, lo que permitía su conservación en alta mar durante meses.
[1] En Cuba, la galleta de sal se puede consumir acompañando al café, con queso y dulce de guayaba.