Su esposa Conchita, junto con las niñas y los niños menores, se trasladaron a residir, durante algunos meses, en la ciudad de Guáimaro, recién liberada por los cubanos.
En febrero de 1869, Francisco fue elegido, junto con Salvador Cisneros Betancourt, Ignacio Agramonte, Eduardo Agramonte Piña y Antonio Zambrana como delegados a la Asamblea Constituyente.
Sin embargo, Francisco, agotado y enfermo, se retiró de la política, para dedicarse a su familia.
Poco después del fin de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), Francisco Sánchez, marchó al exilio en Nueva York a reencontrarse con su espoasa e hijas, a las cuales no veía desde 1871.
Conchita había tenido que trabajar de costurera para mantener a la familia, mientras Francisco se encontraba en Cuba, durante la guerra.