Su madre, cuando le llegó la hora del parto, marchó a su pueblo natal donde alumbró al futuro eclesiástico.
Nada más concluir sus estudios eclesiásticos y ordenarse sacerdote opositó a varias canonjías.
Ya durante su período almeriense destacó como orador sagrado, distinguiéndose por la defensa de la fe frente a los ilustrados panteístas.
No dudó en continuar enfrentándose con vivas polémicas con los ilustrados, que abrían las puertas de la secularización y descristianización del país.
Dicho apoyo regio le traería amargas consecuencias, pues propició el rechazo del Cabildo Compostelano y, finalmente, la ruina económica de la Archidiócesis.