En 1923, después de una peregrinación a Lourdes con su padre, decidió ingresar en el seminario mayor.
A su regreso, se convirtió en párroco de Bournazel y luego, en 1943, en Rieupeyroux.
Durante el Concilio Vaticano II desempeñó un papel importante en la Comisión sobre la disciplina del clero, quien realizó un excelente trabajo, dentro del que fue relator de la Primera Subcomisión, encargada de redactar el capítulo I del decreto (De vitae sacerdotalis perfectione), y presentó el esquema en el aula ante los padres concilires.
En diciembre de 1970 se pronunció sobre el proceso de Burgos que se estaba celebrando en la España franquista contra dieciséis presuntos miembros de ETA, entre ellos dos sacerdotes, y que podían ser condenados a muerte por el tribunal militar que los juzgaba.
En 1980, recibió al Papa Juan Pablo II en una visita apostólica a Francia por primera vez, como pontífice.
En 1994 murió trágicamente, atropellado por un tren, en un paso a nivel, en el Citroën 2CV que los católicos de París le habían ofrecido por su partida y sobre el que luego habría declarado «me llevará al paraíso».