Su dualismo se verifica también en términos paisajísticos, tanto por la diversidad litológica, predominantemente granítica y esquistosa, en contraste con los grandes depósitos de raña que se encuentran al pie de la sierra de Marofa, como por la diversidad climática, gracias a la que es posible encontrar cultivos marcadamente mediterráneos, entre los que destacan la vid, el olivo o el almendro, situados en la zona de la meseta.
Desde allí se pueden ver a simple vista las líneas geográficas que constituyen la frontera con España.
Figueira conforma un territorio cuyo asentamiento se remonta a la fase final de la Prehistoria, la Protohistoria y la época romana.
Poco se sabe también de la dominación árabe, salvo por los vestigios arquitectónicos de Castelo Rodrigo y las numerosas referencias a los moros en su carta, indicadores que solo sirven para confirmar su existencia allí antes del siglo XIII, así como por los topónimos Almofala y Algodres, que se supone que son originarios de la lengua árabe.
A principios de 1508 el monarca decidió restaurar la fortaleza y el 25 de junio del mismo año le concedió una nueva carta foral, donando la ciudad a su hijo, el infante Duarte.
Ya en 1642, los castellanos quemaron Escarigo, Almofala y Mata de Lobos.
Hace tiempo que Castelo Rodrigo perdió el papel central que desempeñó en otros tiempos, tanto a nivel militar y geoestratégico para la defensa de la región, como a nivel social y administrativo.
Sintomático de esta situación es el hecho de que el ayuntamiento se trasladó a Figueira, una localidad que concentraba cada vez más las fuerzas sociales y económicas del municipio.