Su padre, Antonio Campiña Caparrós, se mudó a Tíjola para trabajar como recaudador de impuestos del Ayuntamiento.
Su éxito fue tal que se mantuvo en cartel en el Real hasta el cierre de éste por ruina en 1925.
Ya en 1919, Barcelona se había rendido a sus pies en el estreno de La Morisca, ópera del compositor catalán Jaime Pahissa.
Intervendría en 1940 en la Exposición Universal de Nueva York con una destacada respuesta y repercusión.
En palabras del crítico Girbal: "Tenía cuatro ases que guardaba para las grandes ocasiones: voz amplia, dicción impecable, temperamento arrebatador y talento interpretativo."