Felipe Neri Jiménez

Allá en Tlayacápan fue a donde se hallaba sin pensar en lo profundo, quién le hubiera dicho que la hora llegaba de separarse del mundo.

Las siete y media marcaba el relox cuando marchó, con veinte soldados que lo acompañaban rumbo a Tepoztlán salió.

Entonces Felipe picó su caballo, según la razón le daba, entre una casa, una tranca enfrente, allí sería la hora llegada.

El dia veintisiete sepulcro le dieron, como Dios manda al viviente; hombres y mujeres todas lo sintieron, lloraron amargamente.

Nuestro amparo se acabó, asombro del mal gobierno, llorad, mexicanos, con justa razón, no volveremos a verlo.

Se acabó un valiente, una espada fuerte del Estado de Morelos, tengan bien presente que en el Siglo XX quedan los tristes recuerdos.