Se dedicó al periodismo militante desde muy joven y para toda la vida.
En este centro de enseñanza coincidió con otros jóvenes maestros como Joaquín Maurín y Víctor Colomer.
Hay ciertas dudas sobre cuando tomó contacto con el mundo libertario pero quizá se produjo en Tarragona; poco después inició una etapa en Barcelona donde codirigió Revista Nueva y escribió en la cárcel el libro Quinet.
Ya durante la Segunda República colaboró en La Revista Blanca, en la que tradujo textos de Max Nettlau.
Se le podía considerar un hombre llano, campechano, a pesar de su gran cultura y talento literario, detestaba los círculos distinguidos, la etiqueta y la pedantería, que pudo brillar con fuerza en la intelectualidad española pero decidió permanecer al lado de los humildes.