Antes de consagrarse a la vida religiosa había sido francotirador en la Segunda Guerra Mundial y espía para los ingleses contra los alemanes.
A través de sus increíbles historias logró entablar una relación cercana con muchos jóvenes del grupo scout, entre ellos, Gerardo Arteaga.
Arteaga estudió agronomía y comenzó varios emprendimientos relacionados con el campo y luego con el movimiento de tierra, negocio a través del cual tenía un taller mecánico que le permitía realizar la mantención de la maquinaria.
“Me dijo: "Estamos totalmente financiados, nuestros viejitos no tienen qué comer mañana y yo necesito conseguir plata", recuerda Arteaga.
Sin embargo, con la llegada de la Unidad Popular al gobierno, en 1973, fueron requisados y entregados a los trabajadores.
Logró comprar juegos en Europa con condiciones muy favorables, solo porque empresarios españoles, italianos y alemanes creyeron en él.
Nadie en Chile tenía experiencia en parques de diversiones y tampoco ellos, que venían del mundo agrícola.
Así, el 26 de enero de 1978, Fantasilandia abrió sus puertas, con la bendición del sacerdote Van Ser Resto, quien ese día se subió nuevamente a los scooter que le había vendido a Arteaga.