Se trata de un cuerpo santo (o corposanto): la reliquia de un supuesto mártir encontrada en las catacumbas romanas y venerado como santo en un templo, pero de la vida del cual no se conoce nada y que no figura como santo en el martirologio romano, a pesar de que la veneración inmemorial lo hace objeto de culto litúrgico.
[2] En el año 1776, acabaron para erigirlo como nuevo patrón junto con los patrones anteriores, San Raimundo de Peñafort y San Jocundo.
En el siglo XIX la cripta fue sepultada y las reliquias fueron trasladadas al Santísimo Sacramento, hasta que se recuperó la cripta en 1886.
En el año 1916 el obispo Torras i Bages regaló a la iglesia dos figuras de mármol del escultor Josep Llimona, para ser colocadas en la cripta: el entierro de Cristo, y el nuevo altar de San Félix.
La actual imagen de San Félix fue estrenada en 1959.