Cuando, inactiva por calor, la cepa S era inyectada, no había secuelas y el ratón vivía.
Luego comprobó que la cepa S, muerta por calentamiento, no causaba neumonía cuando se la inyectaba.
Sin embargo cuando combinaba la cepa S muerta por calentamiento, con la cepa R viva, es decir con componentes individuales que no mata a los ratones e inyectaba la mezcla a los ratones, los ratones contraían la neumonía y morían; en la sangre de estos ratones muertos Griffith encontró neumococos vivos de la cepa S. Es decir que en las bacterias S muertas había “algo” capaz de transformar a las bacterias R, antes inocuas, en patógenas y este cambio era permanente y heredable.
La cepa virulenta, a pesar de estar inactiva por calor, presenta su material genético intacto.
Equipado con este gen, la cepa de bacteria R estaba ahora provista de protección frente al sistema inmune del animal y por lo tanto podía matar al animal.