Un amigo del señor Hart, quien había emigrado a Canadá, le comentó la enorme prosperidad económica que ofrecía el país norteamericano.
Originalmente los Hart habían reservado plaza en el SS Philadelphia, sin embargo, la huelga de carbón en Southampton de aquella primavera impidió que navegaran en él, por lo que fueron transferidos al Titanic.
Su madre empezó a tener malos presentimientos, sintiéndose incómoda en el buque.
[5] Tuvieron como compañeros de mesa en el salón comedor al matrimonio formado por Thomas y Elizabeth Brown más su hija Edith, a René Pernot —chófer de Benjamin Guggenheim—, y Mary Mack.
Eva tuvo muchísimas pesadillas sobre el suceso y, tras la muerte de su madre 16 años más tarde, decidió enfrentarse a sus temores: regresó al mar, se encerró durante cuatro días en un camarote y sus pesadillas desaparecieron.
En una entrevista en 1993, 81 años más tarde del hundimiento, dijo: «vi cómo se hundía el buque [...] Nunca cerré mis ojos.
No había nada, sólo esta muerte, terrible silencio en la noche oscura con las estrellas sobre la cabeza».
"Nunca cerré los ojos, y vi cómo el barco se hundía.
[8] Como ven, es el mediodía del domingo y estamos descansando en la biblioteca después de almorzar.
Ayer estuve muy mal todo el día, sin poder comer o beber, pero hoy ya estoy mejor.