El ejemplo clásico utilizado por Prigogine para las estructuras disipativas es la «inestabilidad de Bénard» (véase Cellules_de_Bénard en fránces).
Se forman vórtices que distribuyen la capa líquida en «celdas» de agua.
La probabilidad calculada de que este fenómeno se produzca espontáneamente es prácticamente nula, lo que contradice los resultados experimentales ilustrando la necesidad de incorporar las estructuras disipativas a la teoría.
De ahí, que se le asocia al no equilibrio, pues origina condiciones que no son alcanzables espontáneamente, pero a las que sí se llegan, y mantienen en equilibrio, si cíclicamente se le incorpora energía.
Se dice que tales sistemas concluyen en un «equilibrio estacionario».