La irritación estimula la sensibilidad de la nariz y, a través del neuropéptido neuromedina B, se estimulan un grupo concreto de neuronas localizadas en el tronco del encéfalo.
En ese momento es cuando los músculos abdominales hacen subir repentinamente al diafragma para aumentar la presión en los pulmones.
El aire sale entonces disparado por la nariz a una velocidad promedio de entre 60 y 70 km/h.
[2][3] La saliva que acompaña al aire puede cubrir un área de unos 7 m².
Este movimiento ayuda a expulsar las sustancias irritantes del aparato respiratorio.
Para combatir la peste, el papa Gregorio Magno (540-604) ordenó letanías, procesiones y plegarias constantes.
Gradualmente la exclamación perdió su connotación negativa, y pasó a ser considerada un acto de cortesía.