En el extremo meridional del caserío, cuyo conjunto forma una calle-pueblo, se halla la ermita de Santa Quiteria, dispuesta sobre un cantil:
La armadura de la cubierta responde al típico en las techumbres que vierten a dos aguas, tipo parhilera con tabicas, «de forma que las alfardas apoyan por una parte en el estribo de las paredes laterales, mientras que por la superior lo hacen en la hilera», una gruesa viga cuadrangular soportada en su parte central por el robusto arco toral.
Posee un altar exento, frente a otro de obra adosado al testero, sobre el que hay una imagen en escayola de santa Quiteria luciendo sus atributos: palma del martirio en la mano derecha y cadena en la izquierda, sujetando un perro que tiene a los pies: tradicionalmente a la santa se la considera valedora contra la rabia.
Desde el pretil del atrio exterior de la ermita pueden verse el barranco que se abre a sus pies, con las fértiles hoyas (hoy abandonadas) que dieron nombre al lugar.
En la margen izquierda de la hondonada yacen los restos de una monumental encina (Quercus ilex L), espécimen que contribuyó a apellidar el asentamiento: frente al árbol se hallan las ruinas de lo que fuera el lavadero comunal, y al fondo –sobre un somero altozano arcilloso- el pequeño cementerio con tapias encaladas: el lavadero público, las escuelas y el cementerio fueron construidos durante la II República Española, «reflejo de aquel particular momento histórico que vivió España».