Alternativamente, este almacenamiento puede ser distribuido e implicar al cliente, por ejemplo en acumuladores para calefacción que funcionan con tarifas de respuesta a la demanda como el modelo Economy 7 en el Reino Unido, o en un sistema vehículo-a-red para utilizar, durante las horas punta, las baterías de los vehículos eléctricos parados como fuente de energía, y luego recargarlas en horas valle.
El almacenamiento distribuido requiere incentivar a los consumidores para que participen, normalmente ofreciéndoles precios de la electricidad más baratos en horas valle.
Es posible ampliar este sistema básico a dispositivos más complejos, como lavavajillas, que, cuando reciben de la compañía la señal de que existe energía disponible a buen precio, y están en el modo "si hay energía barata», arrancarán solos.
El consumidor se beneficia porque consume la misma energía, pero parte de ella le sale más barata.
Y además, si consigue animar el consumo cuando hay superávit de electricidad, puede acabar vendiendo más energía.