[1][2] Enrique se esforzó por recuperar las propiedades reales perdidas durante su minoría de edad.Enrique aplastó un motín en Sajonia en 1069 y venció la rebelión del aristócrata sajón Otto de Nordheim en 1071.Enrique adoptó una política activa en Italia, alarmando al sucesor del papa Alejandro II, Gregorio VII, que le amenazó con la excomunión por simonía.Su penitencial "Marcha a Canossa" fue un éxito y Gregorio VII no tuvo más remedio que absolverle en enero de 1077.En 1089 lanzó una invasión contra la principal aliada italiana del papa, Matilde de Toscana.Convenció al hijo mayor de Enrique, Conrado II, para que se levantara en armas contra su padre en 1093.Enrique proclamó la primera Reichsfriede (paz imperial) que abarcó todo el territorio de Alemania en 1103.[4] En realidad, Roma estaba dominada por los aristócratas locales, los Tusculani y los Crescentii, que presentaban sus propios candidatos al trono papal.[14] Alemania, Italia y Borgoña estaban compuestas por provincias semiindependientes, cada una de ellas administrada por un prelado o un aristócrata laico.[15] Los prelados —obispos y abades— no sólo eran ricos terratenientes, sino que también desempeñaban un papel importante en la administración del Estado.[19] Los reyes salios que heredaron los dominios de sus predecesores ottonianos en Sajonia visitaban la provincia con frecuencia.El rey Pedro de Hungría, que debía su trono a Enrique, también le juró fidelidad, pero fue destronado en 1046.Enrique invadió Hungría, pero no pudo obligar al sucesor de Pedro, el rey Andrés I, a someterse.Tras la coronación de Géza I en 1074, Enrique IV se vio obligado a dirigir su atención al debate y posteriormente contienda contra el papa y el antirrey Rodolfo de Suabia, escogiendo un antipapa germánico para reemplazar a Gregorio VII.Con este hecho derrocó al papa, quien un mes más tarde recuperó el poder y excomulgó al emperador, que se vio obligado a reconocer públicamente la autoridad de Gregorio VII en el Castillo de Canossa ese mismo año.Muy hábilmente Enrique IV preparó una jugada política, donde con ropas harapientas (y según la tradición descalzo, sin comer) durante tres días le rogó su perdón al papa.La humillación de Enrique rindió efectos, pues el papa se vio forzado a retirarle la excomunión y relegitimarlo, bajo una serie de condiciones, que el monarca germánico pronto volvió a violar.El papa Urbano II se opuso a dicho acontecimiento, pero Ladislao I halló apoyo y ratificación en Enrique IV.
El emperador Enrique IV delante del Papa Gregorio VII en Canossa. (Cuadro de Carlo Emanuelle, c.1630.)