El Papa Marcelo I lo convirtió en obispo y lo envió a Ascoli Piceno.
Polimio, el gobernador local, intentó convencerle para trabajar para Júpiter y Angaria, la patrona de Ascoli.
Al momento, Emigdio la bautizó en las aguas de Tronto, junto a muchos otros.
La salvación de la ciudad fue atribuida a Emigdio y su intercesión es invocada para salvar los terremotos.
Además, muchas ciudades lo toman como patrón, erigiendo estatuas en su honor en las iglesias de L'Aquila (1732), Cingoli (1747), San Ginesio (1751) y Nocera Umbra (1751).