En consecuencia, en la doctrinas creacionistas se establece una mayor diferencia entre la criatura y la divinidad.
Además, en las doctrinas emanacionistas el acento no se pone en la voluntad de Dios sino en que, puesto que somos partes descendientes de Él, nuestra condición es derivada, pero no querida.
Además, el todo y la parte pueden en cierto modo intercambiarse pues somos algo como pequeños microcosmos infinitos, y en esto puede considerarse que no somos idénticos al mismo Uno (o Dios) únicamente por nuestro inferior desarrollo espiritual.
Si este desarrollo aumentara (por reencarnaciones sucesivas, por ejemplo, para los gnósticos), seríamos iguales a la unidad final, Uno primordial o Dios.
En muchos cómics en que se dibujan enfrentamientos entre seres con poderes sobrenaturales subyace esta visión, como también el maniqueísmo.