Su distribución original se extiende desde el sur de China e Indonesia occidental hasta las costas del golfo Pérsico y el sur de Mesopotamia, donde desapareció ya en el Neolítico.
Son buenos y resistentes nadadores, cualidad que en el pasado les permitió colonizar algunas islas de Indonesia a las que no se podía llegar andando, ni siquiera durante la bajada de los mares típica del Pleistoceno.
Los individuos salvajes viven en los bosques tropicales asiáticos, donde se alimentan de una amplia gama de hojas y frutas, en manadas compuestas por hembras (entre las que se encuentra una más vieja, la matriarca, que dirige el grupo), sus crías y a menudo un macho viejo, acompañado ocasionalmente de otro joven.
Los elefantes se reproducen rara vez en cautividad, por lo que la gran mayoría de los individuos domésticos han sido capturados ya adultos en estado salvaje.
El método tradicional para hacerlo es el kedah, de origen indio, en el que los hombres rodean una manada y la van empujando hacia un redil de madera, donde separan los individuos más interesantes y devuelven el resto a la selva.
Unos días después reciben la visita del cornaca o mahout, sentado inicialmente sobre otro elefante domesticado, que comienza su adiestramiento.
Pasará un tiempo antes de que los elefantes permitan al mahout sentarse sobre su lomo y posteriormente sobre su cuello, momento a partir del cual ya son totalmente dóciles y obedientes.
Por su utilidad desde tiempos antiguos, los elefantes indios son profundamente respetados en Oriente y forman a menudo parte de los relatos religiosos.