En los Sitios Reales Velázquez pudo contemplar la colección de pintura italiana del rey y hubo de quedar impresionado por los cuadros mitológicos con desnudos que tenía la colección, sumamente raros en su Sevilla natal; por lo cual se animó a tratar el mismo género, si bien con un enfoque muy personal.No hay en ellos ninguna idealización, sino que presentan rostros avejentados y desgastados.[3] En esta obra, Velázquez introduce un aspecto profano en un asunto mitológico, en una tendencia que cultivará aún más en los siguientes años.Estas jarras son muy similares a las que aparecen en cuadros pintados por Velázquez durante su etapa sevillana.Este grabado alcanzó amplia difusión y se sabe que hasta Édouard Manet poseyó un ejemplar de él.