El lanzador del penalti corre por el campo, el portero permanece inmóvil y el balón vuela directo a sus manos.
Su objetivo era presentar la experiencia esquizofrénica [...] no trivializada como patológica, sino como algo normal en la vida" [1]Dijo Handke al respecto: " Por lo tanto, el esquizofrénico percibe los objetos como alusiones a sí mismo, como 'juegos de palabras', metafóricamente.
Éste es el principio de la narrativa, excepto que este procedimiento no se aplica a un esquizofrénico (si es hay esquizofrénicos), sino más bien un héroe "normal", un portero de fútbol.
Este proceso de ver los objetos como normas no debe trivializarse como patológico, sino presentarse como parte de la vida:..." [2] Ángel Silvelo Gabriel destaca en Todo Literatura el aislamiento patológico del protagonista: "Bloch es un hombre sin más voz que la interior, pues la que expresa al mundo a través de su boca es inconexa.
[3] Horst-Dieter Ebert en Der Spiegel también resaltó el marco literario de la obra: "Handke, ha escrito su libro en prosa más sencillo hasta la fecha, con este texto frío y de pesadilla, también el más cerrado e individual, a pesar de todas las afinidades descaradamente mostradas con Kleist, Kafka, Camus (que es, por supuesto, metafísico , donde Handke piensa socialmente), así como con Salustio, a quien Handke llama modelo para la orientación formal hacia una historiografía objetivante que deja de lado todos los sentimientos y motivos individuales."
En comparación con las novelas Die Hornissen (Los avispones) (1966) y Der Hausierer (El vendedor ambulante) (1967), el libro tuvo un gran éxito comercial.