[1] Durante la crisis del siglo III, la moneda romana se había devaluado enormemente debido a que los numerosos emperadores y usurpadores habían ido acuñando sus propias monedas mediante el sistema de devaluar su valor metálico con la finalidad de obtener más efectivo con el que pagar a los soldados y funcionarios.
[1] Todas las monedas en los Decretos y en el Edicto reciben valoraciones fraccionarias en función del denarius, que Diocleciano esperaba reemplazar con un sistema basado en el valor de la moneda de plata argenteus y sus fracciones.
El aureus de oro, que para entonces valía ya unos 833 denarii sería reemplazado por una moneda denominada solidus, valorada en 1000 denarii (se trata de una moneda distinta del solidus que introduciría Constantino I pocos años más tarde).
Asimismo se prohibió que los mercaderes llevasen sus productos a otros mercados en los que pudieran vender a precios más altos, y el coste del transporte no podría utilizarse como excusa para incrementar el precio final de los bienes.
Actualmente, solo han perdurado fragmentos encontrados sobre todo en la parte oriental del imperio, desde donde Diocleciano gobernaba.