Están dispuestos en una jerarquía descendente que llega hasta la materia.
En interpretaciones posteriores, entre los eones destacan el Eón Andrógino, principio del todo; el Eón Barbelo, emanación y manifestación femenina del primer eón; luego el demiurgo y/o Dios creador, causa del mundo material y del ser humano; y Cristo, que es su instrumento de salvación.
El vocablo eón deriva en efecto del griego ηώς: aurora, oriente y por lo tanto alude literalmente al inicio del día, comienzo de todos los acontecimientos conocibles.
El Gnosticismo, identificando en el tiempo un carácter fundamental y universal de la experiencia humana, vincula su comprensión con la posibilidad de trascenderlo hacia la dimensión ahistórica y eterna del Ser Supremo, morada, según los gnósticos, de todo lo plenamente y puramente racional.
Otras acepciones de eón se relacionan con: