No tiene datos ni direcciones, sólo el rumor, por lo cual la reportera debe dirigirse al lugar y averiguar a través de los comentarios e indicaciones de la gente.
Cuenta con pocos días para entregar el artículo, para conseguir fotos y testimonios, por lo que sale de inmediato al lugar.
Al principio, a la protagonista le parece ridículo e insólito el tema de su nuevo reportaje.
En esa primera visita a la casa le ocurren dos cosas: por una parte, ve al ángel, un muchacho alto y moreno, semidesnudo, impresionantemente bello, que yacía en una cueva, la cual iban a visitar los creyentes en los horarios permitidos.
La novela está dividida en capítulos relativamente breves, ordenados en siete apartados.
O sea, esta novela abarca tanto la palabra mundana como la divina.
Ironía con el tema de la religiosidad y con la revista donde trabaja, en la cual siempre debe hacer reportajes frívolos.
Todo esto con un lenguaje más complejo y hermético que en el resto de la novela.
La protagonista, a la cual los de Galilea llaman Monita por su pelo largo, rubio y crespo, entra a un contexto completamente desconocido para ella hasta entonces y, para hacerse partícipe de él, debe seguir otra lógica, una que le es ajena, pero que cada vez le resulta más seductora.