Se estima que el árbol era ya venerado por los guanches, antiguos habitantes de la isla.
[2] Esto se debe a que es muy difícil detallar con exactitud la edad de un drago ya que es una herbácea leñosa, no un árbol estrictamente hablando, y por ello el drago no produce anillos ni renueva su corteza de forma cíclica.
Cuando alcanza un porte arbóreo hay partes de la planta que se desarrollan durante décadas mientras otras por ejemplo se pudren o se rompen, y por ende, las mediciones que en otros árboles ofrecerían una muestra muy clara, en el drago las medidas sólo pueden considerarse como la edad donde se desarrolló una de sus partes, lo cual es una información que ha de ser comparada con otras mediciones y con otros estudios complejos del espécimen, como la densidad de sus ramificaciones.
Es un ejemplo de jardín sostenible diseñado para el aprendizaje de la flora y la vegetación del entorno,[4] ya que las especies se encuentran rotuladas con sus nombres científico y vulgar.
Además, el parque cuenta con otros atractivos para el visitante como una pequeña cueva volcánica, en la que está representado un antiguo enterramiento de momia guanche, un lagar con zonas de pícnic y unas carboneras.
Estando ya en la playa, sorprendió allí a unas infantas o damas de esta tierra, que conforme al rito tradicional se bañaban solas en el mar aquella tarde veraniega.
Para aquel navegante que venía tras la sangre del drago, y traía en la imaginación y en el alma el mito helénico de las Hespérides, los frutos que aquella dama de esta tierra le ofreciera, pudieron muy bien parecerle las manzanas del mítico jardín.
El viajero, sorprendido en principio, trató de perseguirla de cerca, pero vio con sorpresa que algo se interponía en su camino, que un árbol extraño movía sus hojas como dagas infinitas, y que el tronco parecido al cuerpo de una serpiente se agitaba con el viento marino y entre sus tentáculos se ocultaba la bella doncella guanche.