Aficionada a los toros, tuvo una estrecha relación con toreros como Antonio Ordóñez y llegó a adquirir una ganadería de toros bravos en 1977, la que regentó hasta su muerte.
Tras su deceso, el también ganadero Victorino Martín, aseguraba que: "es una ganadera que ha dado dignidad y categoría a la cría del toro bravo, estaba en esto solo por afición y cariño al toro"
Su faceta personal y ganadera fue reconocida de forma póstuma por el libro del escritor Eneko Andueza, titulado "Dolores Aguirre, palabra de ganadera" (2014).
En 1949 se dividió la ganadería en dos lotes para sus hijos Julián y Antonio, siendo el lote de Antonio vendido a Pablo de la Serna Gil, con el hierro y divisas primitivos.
En 1963 fue adquirida por Pilar Sánchez Cobaleda, variando el hierro, eliminando lo anterior y formándola con reses de Atanasio Fernández.