Dioxipo

Su habilidad y fama en este deporte fueron tales que se le coronó campeón de los Juegos Olímpicos en el 336 a. C., cuando todos sus contendientes prefirieron concederle la victoria antes que enfrentarse a él, un desenlace conocido como acónito (akoniti, "sin empolvarse").

Su historia la recogen Diodoro Sículo y Quinto Curcio Rufo.

Dioxipo levantó la maza en dirección al público, ilustrando lo fácil que le resultaría rematar a Corago en aquella posición, y Alejandro no tuvo más remedio que parar el combate y declarar vencedor al ateniense.

[3]​[2]​ La victoria trajo a Dioxipo los vítores de los griegos, pero también la antipatía de los macedonios, incluyendo al propio Alejandro, cuya amistad con Dioxipo se deterioró por la humillación que había infligido a su ejército.

Los cortesanos del rey pergeñaron una estratagema contra el atleta, colando una copa de oro bajo su almohada y más tarde acusándole de haberla robado, y esto causó tal agravio a Dioxipo que se quitó la vida con su espada.