Desde la primera mitad del siglo XIII la Santa Sede, gracias a la mediación de franciscanos y dominicos, después de largos siglos recuperó el contacto con el Oriente cristiano.
Anteriormente, el papa Gregorio IX (1227-1241) había enviado a ocho padres dominicos a Georgia, seguidos de intercambios de cortesía entre el papado y los gobernantes georgianos.
Las misiones latinas en estas tierras fueron favorecidas por los kanes mongoles, que dominaron todo el Medio Oriente desde Anatolia hasta Persia (Ilkanato), y por su tradicional tolerancia hacia la religión cristiana.
Con esta bula, el papa creó una segunda provincia eclesiástica en el vasto Imperio mongol, después de la de Janbalic (la "ciudad del kan", la futura Pekín, erigida en 1307), de la que hasta ese momento dependían todas las diócesis latinas erigidas en esos años en Asia.
Entre ellos se encontraba el dominico Bartolomeo, obispo de Maraghe, a quien sucedió su hermano Guglielmo.