Comenzó entonces un largo debate, que llega hasta la actualidad, para lograr un consenso sobre una definición histórica del término genocidio.
El jurista polaco judío Raphael Lemkin publicó en 1944 en Estados Unidos, donde se había refugiado huyendo de la persecución nazi, Axis Rule in Occupied Europe ('El poder del Eje en la Europa ocupada'), obra en la que utiliza por primera vez el término genocidio que define así:[1][2][3]
También en cuanto al alcance porque, como ha señalado el historiador francés Bernard Bruneteau, "los actos de genocidio que se enumeraban eran tan variados que imponían, en última instancia, la realidad de un genocidio sin asesinatos (los «daños»).
Así pues, como ha señalado Bernard Bruneteau, «su definición es al mismo tiempo restrictiva (sólo privilegia la aniquilación física) y abierta (con un grupo atacado no discriminatorio)».
[11] Helen Fein en su Accounting for Genocide (1979) enfocó el tema desde un ángulo sociológico, preocupada por establecer una tipología del genocidio.
[13] Yehuda Bauer propuso redefinir el concepto de genocidio, para dejar fuera la Shoah cuyas características considera únicas.
[14] El Holocausto había sido una «forma extrema» de genocidio en el que habían concurrido tres elementos, que no se habían dado a la vez en los demás genocidios: la intencionalidad puramente ideológica de los nazis, la universalidad de la Solución Final (se debía buscar a los judíos por todas partes) y la búsqueda del exterminio total (ningún judío sobreviviría).
Así pues, si se quería dar un alcance universal al término genocidio se deberían incluir todos los criterios utilizados para identificar al grupo que iba a ser exterminado, que en el caso de la URSS fue la "clase".
Siguiendo este criterio "cuantitativo" para caracterizar el genocidio, le reprocharon sus críticos,¿por qué no incluir también en el "democidio" las guerras?<[17] Fran Chalk y Kurt Jonassohn propusieron abandonar la definición de 1948.