Declamación

Dicha práctica nos parece en el día de hoy absurda y casi increíble pero no por esto es menos cierta.Los antiguos ponían en general un cuidado extraordinario en perfeccionarse en el gesto, cuyo esmero era mayor en los oradores por la necesidad que tenían de poseer este arte.Es bien sabido lo mucho que Demóstenes se aplicó en él y que Roscio, aquel célebre actor romano, disputaba algunas veces con Cicerón sobre quien explicaría mejor un mismo pensamiento de muchas maneras diferentes cada uno según su arte, a saber, Roscio con acciones y Cicerón con la voz o con la palabra; y parece que Roscio daba con la sola acción tanta fuerza y sentido a la frase, como Cicerón con la palabra.Cambiaba luego Cicerón las palabras o la combinación del período o de la frase sin quitar el vigor del sentido del discurso y Roscio le daba enseguida todo el sentido con otras acciones diferentes, sin que este cambio disminuyese la expresión y fuerza de su representación muda.Y de aquí, continúa Tito Livio, se originó el uso de dividir la declamación entre dos personas y recitar, digámoslo así, a la cadencia del gesto: cuya costumbre en tanta manera prevaleció, como que los actores no pronunciaban ya sino los diálogos cortos.Este hecho referido también por Valerio Máximo, se halla confirmado por otros muchos pasajes de la historia.Sin embargo, debe tenerse presente Al mismo tiempo, se escogería sin duda para declamar un esclavo cuya voz se asemejase en lo posible con la del actor, quien como hemos dicho solo hablaba en los diálogos cortos.