La curva de Phillips fue, durante los años sesenta, el eje central en el pensamiento macroeconómico, siendo esta teoría utilizada en muchos países para mantener el desempleo en cifras bajas mientras se toleraba una inflación moderada o alta.
Sin embargo, durante la siguiente década, en los años setenta, se observó que ciertos países tenían simultáneamente inflación y desempleo elevados, fenómeno denominado como estanflación.
Los estudios posteriores de la curva de Phillips han reflejado que aunque a corto plazo se puede mantener una relación estable entre inflación y desempleo, a largo plazo esa relación se torna inestable y poco sistemática.
La teoría del modelo neoclásico, de las expectativas justifica esta inestabilidad explicando que la inflación imprevista puede provocar a corto plazo un aumento de la producción y el empleo, pero a largo plazo, cuando desaparece esta ilusión monetaria, no existe intercambio entre inflación y desempleo.
[7] De la misma forma, cuando las políticas orientadas a reducir la inflación generan un mayor desempleo, la correlación puede modificarse en el mediano y largo plazo.
En este escenario, el desempleo no es considerado como un efecto indeseable, sino intencional, como parte de políticas públicas orientadas a dinamizar la economía.
La curva de Phillips a largo plazo, por lo tanto, se vuelve completamente vertical, sin que exista relación entre inflación y desempleo.