No fue posible utilizar todos los cañones principales de un barco hasta finales del siglo XIX y principios del XX, con la llegada de los acorazados propulsados por vapor con torretas giratorias, que podían moverse y girar más rápido que los veleros, que tenía armas fijas orientadas hacia los lados.
Al concebir y realizar la maniobra, el almirante Togo había comprendido perfectamente las ventajas de poseer una escuadra más rápida que la del adversario, así como la revolución técnica que suponía la aparición de las torretas giratorias, que permitían a la mayor parte de las piezas principales del buque disparar al unísono, por uno u otro flanco del buque.
Esta batalla, en la que un nuevo factor tecnológico, la torreta giratoria movida por un motor, había permitido la aparición de una nueva táctica de combate naval, tuvo más tarde un notable efecto en los posteriores mandos navales, puesto que durante decenios los comandantes de las escuadras tenían un sueño, consistente en cruzar la T a su adversario, y una pesadilla, que fuese el enemigo quien les cruzase a ellos la T. Esta nueva táctica, que exigía contar con una escuadra homogénea y más rápida que la del enemigo, explica parcialmente los avances técnicos posteriores, especialmente la velocidad cada vez más elevada de los buques y la concentración de piezas de calibre cada vez más elevado en la proa del navío.
En las condiciones actuales de combate, las escuadras se enfrentan entre sí sin jamás llegar a establecer contacto visual, como sucedió por primera vez en la Batalla del Mar del Coral durante la Segunda Guerra Mundial.
En la Batalla del paso de Kasserine, Rommel realizó en tierra (con blindados) una maniobra equiparable a la naval descrita en este artículo.