En los relatos lovecraftianos, si las acciones de los seres cósmicos puedan tener o no un significado o propósito es completamente inaccesible para los personajes humanos, del mismo modo que una ameba es completamente incapaz de entender los conceptos que mueven el comportamiento humano.
En este tipo de historias, suele reducirse al ser humano a algo insignificante, impotente y condenado en un cosmos poblado de deidades monstruosas, mecánico y materialista, un pequeñísimo punto en la vastedad infinita del cosmos.
En los trabajos de ficción de Lovecraft, los seres humanos están frecuentemente sujetos a seres poderosos y otras fuerzas cósmicas, pero estas fuerzas no son tan malévolas como indiferentes para con la humanidad.
El destacado académico S. T. Joshi señala que “ Lovecraft se veía envuelto constantemente en (más o menos) geniales debates sobre religión con varios colegas, como los notables con el escritor y maestro Maurice W. Moe.
Él creía en un universo carente de significado, mecánico y desinteresado que los humanos, con sus naturalmente limitadas facultades, nunca podrían entender en su totalidad.
De cualquier manera, Lovecraft nunca los vio como sobrenaturales; son meramente extraterrestres que entienden y obedecen a cierto grupo de leyes naturales, lo que resulta mágico a la especie humana.