Correo literario de Murcia

En los primeros meses de su salida a la calle, el Correo alabó las reformas de la Ilustración en España y asignaba a cada uno de los estamentos sociales la tarea que el espíritu ilustrado consideraba conveniente.

Así, a la nobleza terrateniente se la invitaba a encontrarse con lo que se denominaba "nueva agricultura", a profundizar en las nuevas técnicas de cultivo que mejorarían el rendimiento de las tierras; a la burguesía incipiente se le señalaba el "camino correcto" para el comercio y la industria, a integrase en las sociedades económicas y a rentabilizar e invertir; al tercer estado, el campesinado, se dirigían alabanzas sobre el honor y la dicha de ayudar a la corona a través del servicio de armas, la defensa del monarca como un pacto recíproco con el pueblo al que aquel daba sus desvelos y que debía ser acogido por los campesinos como una obligación "dulce", "atractiva" y "estimable".

Así, los campesinos eran exhortados desde las páginas del Correo a combatir el libertinaje, a cumplir el deber de una guerra santa y justa si era necesario para defender la patria y la religión.

Cumplidos los primeros meses y caído en desgracia el conde de Aranda, el Correo tomará un tono más reaccionario, a la manera de Manuel Godoy: ya no se trata de defender el espíritu ilustrado, se trata sólo de parar a toda costa el espíritu revolucionario que se teme de forma inmediata.

Para el Correo será el tiempo en el que se dio espacio a las obras y escritos de la reacción más acentuada, como el Fernando de Ceballos y su obra la Falsa filosofía que combatía directamente la Revolución francesa y la expansión de la Ilustración, o a Lorenzo Hervás y Panduro con su obra Historia de la Vida del Hombre, retocada en 1794 para eliminar cualquier contenido social y donde se hacía una apología del catolicismo, se combatía el jansenismo y se pedía la unión del rey de España y el Papa en la lucha contra los revolucionarios y la filosofía francesa.