De acuerdo al gusto dominante en ese momento, el cabildo aprovechó la circunstancia para dotar a la catedral de una portada barroca en la fachada recayente a la Corrada del Obispo y que de alguna manera rivalizase con el palacio episcopal.
En una de estas casas nació en 1754 el jurista Francisco Martínez Marina.
Tras el levantamiento popular del 9 de mayo tras conocerse los sucesos ocurridos en Madrid en los comienzos de la invasión napoleónica y ante la ausencia del rey, la Junta General del Principado de Asturias se autoproclamó soberana y declaró la guerra a Francia, declaración que fue leída a la población desde el balcón sobre la Puerta de la Limosna.
En 1820, el ayuntamiento decidió renombrar la plaza y dedicársela al militar Félix María Álvarez Acevedo, denominación que mantuvo hasta 1937 en que le fue devuelto a la plaza su antiguo nombre.
Poco después se derribó la casa de la calle Canóniga que estaba adosada al palacio episcopal comunicando de esta manera dicha calle con la Corrada del Obispo.