En el 2000 fue trasladada del Museo Nacional de Hungría al Parlamento Húngaro.
En el orbe figuran las armas del rey Carlos I Roberto de Anjou (1310-1342).
Además se consideraba que ningún monarca de Hungría tenía completa legitimidad si no era coronado.
Conforme a la tradición, el rey Esteban alzó esta corona en el año 1000 durante su coronación como ofrenda a la Virgen María Nagyboldogasszony, como señal del compromiso de la monarquía con ella.
Al día siguiente el arzobispo Astrik recibió del papa la corona.
Existe otra teoría, muy difundida pero incierta, formulada por Thietmar von Merseburg (fallecido en 1018).
Se ha llegado a pensar que las dos partes de la corona pudieron ser elaboradas en periodos diferentes debido a las diferencias encontradas en los estilos y técnicas con que se realizaron las imágenes esmaltadas de la decoración.
Consta de tres partes, la diadema inferior, denominada Corona Greca, las dos bandas que se cruzan, conocidas como Corona Latina, y la cruz de la parte superior, que en la actualidad se encuentra torcida.
Posee cuatro colgantes (pendilium) sujetos por cadenas a cada lado de la diadema inferior y otro situado en la parte posterior.
En un marco arqueado situado en la parte trasera de la diadema aparece representado el emperador Miguel VII Ducas (1071-1078).
Debajo, a la izquierda se encuentra una imagen, con la mitad de su tamaño, denominada Kon.
A la izquierda aparece una imagen del rey húngaro Geza I (1074-1077), junto a la inscripción griega: ΓΕΩΒΙΤZΑC ΠΙΣΤΟC ΚΡΑΛΗC ΤΟΥΡΚΙΑC (Geōvitzas pistós králēs Tourkías, Geza I, fiel monarca de la tierra de los turcos).
El nombre empleado por los bizantinos para referirse a los húngaros en aquella época era turcos.
Las placas esmaltadas de la decoración de la banda circular, el pequeño panel en que figura el Pantocrátor y la imagen del emperador Miguel se encuentran fijadas a la corona mediante técnicas diferentes.
La imagen del emperador Miguel no pudo ser fijada al armazón de la misma forma que el Pantocrátor situado en la parte frontal.
Es posible que las imágenes esmaltadas sustituyeran a otras anteriores, consideradas poco apropiadas para una reina de Hungría.
La Corona Latina, que no es un objeto independiente ni podía utilizarse sin la Corona Griega, fue diseñada para estar unida al borde superior, dotando a ésta de una cubierta con forma abovedada.
También es posible, aunque tal vez nunca sea factible comprobarlo, que san Esteban recibiese la propia Corona Latina como un regalo de algún papa en señal de agradecimiento por algún obsequio suyo, costumbre cuya existencia histórica en aquella época se ha documentado.
Sin embargo, se ha comprobado que las imágenes de los apóstoles, por su estilo, no pudieron ser realizadas en una fecha cercana al año 1000.
La placa central está adornada con una imagen del Pantocrátor, esmaltada mediante una técnica conocida como cloisonné.
La forma de la corona de san Esteban es muy parecida a la del kamelaukion, un tocado con su parte superior cubierta que fue introducido por el Imperio Bizantino y cuyo diseño se empleó también en las coronas bizantinas.
Se promovió la doctrina política que reconocía a la Corona Húngara personalidad jurídica.
Esta doctrina sirvió para justificar un régimen marcadamente conservador y la carrera que Hungría emprendió para recuperar los Territorios de la Corona de san Esteban perdidos, lo que arrastró al país a una alianza con el III Reich y a su derrota al finalizar la II Guerra Mundial.
Posteriormente estuvo custodiada en: Visegrado (Condado de Pest), Pozsony (actual Bratislava) y en Buda.
La corona había sido escondida en un recipiente para portar agua y durante la marcha se les cayó.
Sin embargo, al caer gravemente enfermo, Alberto murió en 1439 dejando a Isabel embarazada y en una situación política tensa, donde el reino húngaro estaba amenazado por los ejércitos turcos otomanos.
Esto significaba también que se adjudicaba a sí mismo el trono húngaro, lo cual creó un serio problema con motivo de la coronación del joven conde Matías Corvino, electo rey de Hungría por la nobleza en 1458.
[9] Las joyas fueron trasladadas a la Europa occidental y finalmente entregadas al ejército estadounidense para evitar que cayeran en manos de la Unión Soviética.
En algunos códices se recoge que el manto fue un obsequio realizado por la reina, Gisela de Baviera, y unas monjas.
En una inscripción del manto de forma circular y en latín, se identifica a éste como una prenda litúrgica episcopal.