Muchos animales consumen excrementos (elefantes, primates, roedores), pero dado que lo hacen de manera esporádica no pueden considerarse coprófagos.
Este recurso es explotado con éxito por numerosos insectos que, además, contribuyen a reciclar la materia en los ecosistemas.
Existen muchas especies que desarrollan estos hábitos, tal vez las más famosas son los escarabajos peloteros, sagrados en el antiguo Egipto, y las moscas.
Por ello, en vez de comer más hierba, le dan a su alimento un segundo pase por el intestino.
Producen los cecotrofos unas deposiciones blandas de comida parcialmente digerida son excretadas y consumidas inmediatamente.
Los hámsteres comen sus propias deposiciones, ya que son una fuente de vitaminas B y K, producidas por las bacterias del tracto intestinal.
Los rumiantes pueden digerir sustancias que los neumogástricos no pueden y en algunas explotaciones se utiliza estiércol como suplemento alimentario.
Los cerdos poseen particular preferencia por comer excrementos, lo cual puede ayudar a evitar la contaminación ambiental (principalmente del suelo y las aguas).
Esta práctica permite ahorrar en alimentos y producir menos desechos orgánicos, pero aumenta los riesgos de contagio.
En dicho estudio, publicado en una revista electrónica, escribieron varias teorías que intentan explicar este comportamiento en animales.
Riesgos similares se pueden aplicar a ciertas prácticas sexuales tales como el anilingus o la introducción en la boca de objetos que han estado en el ano.