Fue originalmente un convento franciscano fundado en el siglo XV por Juan Fernández Manrique de Lara, que fue ocupado por monjas clarisas procedentes del convento de Porquera de los Infantes en 1436.
La estructura del conjunto edificado es la típica de los cenobios franciscanos, regla a la que pertenecen las clarisas: un gran recinto tapiado en cuyo interior se disponen la huerta, el obrador, la cocina, el comedor o refectorio, la iglesia, el claustro, la biblioteca, y las salas capitulares.
En el interior destacan una virgen sedente policromada del siglo XIII y un cristo de madera del XIV, además de la reja y los retablos.
El resto de dependencias están construidas con sillería del siglo XVIII.
El claustro es de dos plantas, la inferior con arcadas de medio punto sobre pilares rectangulares rematados por capiteles con nacela.