Fue así que en 1886 se instaló en la calle Murillo una fábrica llamada “La Nacional de Calzados” que empleó a muchos trabajadores y cuyos dueños decidieron hacer viviendas para ellos en las cercanías.
Tenía ingreso por la calle Serrano (actualmente n.º 156) y también por su paralela Thames (ya que atravesaba toda la manzana) y era conocido como el “Conventillo Nacional” en referencia al nombre de la citada fábrica.
La construcción constaba de un patio lateral y ciento doce habitaciones con una cocina agregada a cada una en su frente, que estaban ubicados a lo largo de dos pasillos angostos en dos plantas.
Generalmente era el momento de deponer actitudes hostiles, ya que la convivencia por largo tiempo en una misma casa generaba solidaridad.
En algún momento llegó a la casa una mujer, la Paloma, fabriquera según algunos[2] y prostituta según otros[3] que no sólo originó el nombre actual del lugar sino también el del personaje del sainete de Alberto Vacarezza estrenado en 1929: una obra plagada de humor simple, de serenatas a la dama, que transcurre en un conventillo en el cual desde un altillo miraba a la cohorte de deseantes que iban en procesión, a veces pacífica y otras belicosa, en busca de su cuerpo y su utópico amor.