Este cuento se le ocurrió al autor leyendo una novela, imaginó la dualidad.
Hay varias alusiones que parodian el cuento policíaco, tanto en sus reglas como en su lógica.
Este espacio no es casual: aquí todo está organizado y cerrado al exterior.
Las acciones del lector ficticio se describen con verbos, sustantivos y adverbios que transmiten pasividad (descansar, sillón, arrellanado, etc.) mientras que la realidad de los amantes describen una situación tensa y de contrastes (sangre, besos, puñal, etc.) que terminan convidando a la agresión (rechazar, destruir, etc).
Cuanto más se aproxima al final de la novela y el cuento respectivamente, ambos lectores presienten que sucederá algo terrible.
Pero se trata a su vez de un doble crimen, puesto que el lector real es también víctima real porque ha desaparecido el fin del cuento, a la vez que es una víctima imaginaria por su propia imaginación.
[5] La historia comienza con un hombre que vuelve en tren a su finca después de resolver negocios que debían ser atendidos con una gran urgencia, trata con su mayordomo sobre las aparcerías y luego le escribe una carta a su apoderado.
Primero una sala azul, luego una galería, una escalera alfombrada y al final dos puertas, no habrá gente en las habitaciones.