No se conoce nada de sus veinte primeros años, hasta que en 1736 decide marcharse a la Nueva España.
Según datos suministrados por Pablo Macera "debió inducirle a ello la exigua herencia de sus padres",[3] lo que podría explicar su relativa llegada a las Indias occidentales como su posterior dedicación al comercio.
En 1746 lo encontramos en el virreinato del Perú, fijando su residencia allí y también combatiendo contra las incursiones inglesas.
En 1750 se casó en Lima con Petronila Matute de Vargas y Melgarejo, con la que posteriormente tuvo una hija.
La propuesta política más significativa que hizo Carrió incluyó la intensificación de la agricultura, así como un impuesto único para españoles e indios, como medio para unificar estos grupos sociales.
Es interesante constatar la actitud del autor con respecto a la figura del curaca, pues propuso abolir sus títulos como tales, argumentando que los caciques siempre estaban detrás de las revueltas indígenas y los asesinatos de los corregidores.
Ante la denuncia de este hecho, el virrey Guirior ordenó la inmediata confiscación del escrito en la imprenta, puso en prisión al autor y abrió un proceso judicial contra él.
Pese a ello, igual reivindicaría su linaje incaico por el gran honor que este representaba en la sociedad española, pero prefiriendo siempre calificarse como indio neto.
En dicha obra, el relator (en primera persona) es un viajero que narra en modo documental el prolongado y lento viaje en carreta, previa etapa en Montevideo, desde la ciudad de Buenos Aires hacia el Alto Perú, pasando por Córdoba, Santiago del Estero, San Miguel del Tucumán, Salta, Jujuy y Tarija.
El viaje duró dos años y recorrieron en mula un trayecto de 946 leguas.
Félix Álvarez Brun menciona que "El lazarillo venía a ser, de esta manera como la relación detallada de la visita hecha por el indicado comisionado real, a la vez como resultado de la experiencia vivida por el en ese largo viaje; relación y experiencia que deseaba al mismo tiempo, que los demás conocieran".
Para evitar un enfrentamiento directo con la Administración de Correos, a la cual criticaba constantemente en la obra, Carrió ocultó no sólo su autoría atribuyéndola a su amanuense, sino que también falseó los lugares de edición e imprenta.
Sin embargo, Carrió en ninguna de las cartas y documentos encontrados identifica claramente la obra que escribió como consecuencia de su viaje a Montevideo, Buenos Aires y Lima, e igualmente utiliza los términos "Itinerarios", "Diario", "Viaje", "Relación", pero nunca la nombra con su título.
Un acierto de Carrió es haber sabido captar elementos visibles en tipos humanos locales y sus costumbres (por ejemplo, párrafos dedicados al Tucumán, en el capítulo VIII).
En este libro se encuentran muchos aspectos de la sociedad americana del siglo XVIII que se ven plasmados por Carrió de la Vandera en esta crónica, aspectos que son igualmente complejos de índoles sociológicos, históricos, geográficos y económicos, principalmente, con rasgos bastantes humorísticos.
Virginia P. Forace expone que muchas veces estos rasgos son desechados o minimizados por la crítica, afirmando: "Creemos que la proliferación de este tipo de relatos dentro del texto responde a motivaciones no sólo internas –como en los casos en los que funcionan como refuerzos argumentativos–, sino también externas, como es la consideración de un público lector que en ese momento se encontraba en vías de desarrollo".