Joaquín Folch dio prioridad a coleccionar ejemplares no excesivamente grandes, estéticos y, dentro de lo posible, sin imperfecciones.
A la muerte del Joaquín Folch, en 1984, la colección pasó a su hijo Albert Folch-Rusiñol (1922-1988), y cuando éste falleció, ésta pasó a su nieto, Joaquín Folch, quien decidió mantener la colección tal y como la tenía su abuelo (incluso las vitrinas).
Consecuentemente, los ejemplares de la Colección Folch aparecen citados como referencia, y en algunos casos fotografiados, en diversas publicaciones.
Para ello se decidió dar salida a la colección de ejemplares duplicados y adquirir nuevos minerales.
Estos duplicados no aportaban mucho a la colección Folch ya que la misma colección posee ejemplares de todos ellos, pero en cambio, y debido a lo inusual de las localidades o simplemente debido a su alta calidad, son muy interesantes para los coleccionistas de todo el mundo.