Llevaban consigo todos los instrumentos necesarios, solamente se les daba la tela, lana o crin.
Para lograrlo extienden un cañizo de mimbre sobre dos banquillos, echan la lana encima y con una varilla en cada mano, la baten hasta que esté bien abierta.
Después de haber batido la lana con mucho cuidado, se carda, no con cardas pequeñas de mano porque la rompen, sino con cardas grandes que tienen los dientes largos y gruesos, colocando una sobre el extremo de un banco apoyado contra la pared y sobre el cual se ahorcaja y tiene la otra caída con las dos manos.
Haciendo uso de esta operación, casi no experimenta menoscabo y la lana conserva mucho tiempo la elasticidad que se le ha vuelto.
Esto es necesario, porque el colchón al cabo de algunos días se baja, lo que le hace aumentar en longitud y en anchura y queda por esto del tamaño necesario; sin esta precaución poco tiempo después de rehecho el colchón, sería demasiado largo y demasiado ancho.