Clemencia (novela)

Durante una reunión en la casa del doctor Hipólito, a sus invitados les llama la atención un cuadro en su estudio, donde se encuentra enmarcado un papel en el que se leen dos citas de los cuentos de Hoffmann, escritas por un hombre llamado Fernando Valle.

Asimismo, era irresistible a las mujeres, era un seductor natural, y tenía una buena suerte como nadie.

De buena familia, pero despreciado por ésta debido a sus ideas liberales y republicanas.

Fernando, siendo profundamente romántico, se encontraba espantado al escuchar las insensibles ideas de su amigo.

A la tarde del día siguiente, al llegar de nuevo Fernando y su amigo a la casa de Isabel, ésta los recibió con una timidez que no había mostrado el día anterior.

Clemencia sugirió que Isabel tocara el piano, asegurando que lo hacía excepcionalmente, Isabel se sintió avergonzada, pero Clemencia se ofreció a tocar primero, si estaba bien con ella.

Mientras tocaba, Enrique se inclinó hacia ella y le dijo algo al oído, lo que la hizo turbarse e interrumpir la melodía por un momento, pero luego continuó y finalizó la pieza.

Clemencia, por el contrario, se despidió de Enrique amablemente, pero con indiferencia, mientras que a Fernando le extendió la mano.

Clemencia lo miró tan poderosamente que el pobre joven se turbó, además le dijo dulcemente “Hasta mañana, Fernando”.

Fernando pasó la noche pensando en Clemencia y el recuerdo del amor que sentía por Isabel, se fue desvaneciendo.

Pero inmediatamente, Clemencia habló a Valle sobre las flores de su jardín, y ofreció regalarle una como recuerdo.

Clemencia llevó a Fernando al corredor para darle la flor y la puso en ojal de su levita.

Isabel va a visitar a su amiga Clemencia y le dice lo feliz que está, pues Enrique quería hacerla su esposa, pero Clemencia, ya sea por conveniencia o por buena amiga, le decía que no se confiara de las promesas que hacen los hombres, e Isabel se asustaba al oír a su amiga hablarle así, pues se encontraba profundamente enamorada de Enrique.

Sabiendo a lo que se refería, Isabel lo corrió de su casa, y sintió morir en ese instante.

La fiesta de Navidad sería en la casa de Clemencia, a la hora del baile Enrique llevó a Clemencia, quedando Fernando solo, pero éste tenía miedo de que algo ocurriera entre su amigo y su amada, pues Enrique le había prestado visitas a Clemencia en las últimas semanas.

Sin embargo, Enrique acusó a Valle con el general, quien lo reprendió por tal desafío en tiempo de guerra.

Al aproximarse los franceses a Guadalajara, algunas familias se fueron, hacia Colima que estaba defendida.

Iba pues, el carruaje de la familia de Clemencia, junto con Mariana e Isabel, camino allá, cuando un bache en el camino terminó por voltear el carruaje y rompió una de las ruedas, al no poder seguir a pie, mandaron a un sirviente por ayuda, o un carruaje nuevo o un carpintero.

Al recibir la noticia Valle, fue escoltado hasta Zapotlán donde se vería con el general.

Al acusarlo Valle hizo lo correcto pues era un traidor, pero no quería ser el verdugo que lo llevara a su muerte.

Al salir de la celda, Clemencia se dirigió hacia Valle y le reclamó con un desprecio supremo el haber calumniado a su amado, le llamó infame y cobarde.

Al salir las mujeres, Fernando vacilaba en desplomarse porque aquellas palabras le habían herido en lo más hondo.

Él sabía que después de ayudarle a escapar, tomaría su lugar en la ejecución.

Le dio indicaciones, se intercambiaron ropas y Enrique huyó a la casa de Clemencia.

También, le dejó el papel con las dos citas de Hoffman que, según Valle, resumían su vida.

Cuando Clemencia despertó, ya en su casa, y su padre le entregó los cabellos.

Había un desfile en la calle del ejército francés y entre sus filas se podía ver a Enrique Flores sonriendo coquetamente a las hermanas de Fernando, que miraban desde el balcón.

Ignacio Manuel Altamirano autor de Clemencia