Este esquema no permitía una cómoda operación de las torretas centrales, obstaculizadas por la chimenea que las separaba.
En el período de entreguerras, fueron sometidos a extensas mejoras del blindaje y la propulsión, aumentando su potencia y velocidad, basándose en la experiencia obtenida en los enfrentamientos de la Primera Guerra Mundial.
Pese a ello, los clase Fusō eran considerados poco protegidos y demasiado lentos en comparación con acorazados más modernos, por lo que se les mantuvo en reserva durante casi toda la Segunda Guerra Mundial, principalmente dedicados a entrenamiento de tripulaciones.
Era destacable la enorme altura que alcanzó su mástil puente, con un característico estilo de pagoda llegando a los 45 metros desde la quilla.
El Yamashiro fue alcanzado repetidamente por la artillería naval dirigida por radar de los acorazados y cruceros estadounidenses, y tras una carga suicida contra sus posiciones, reducido a una ruina flotante, que fue finalmente enviada al fondo por torpedos lanzados por destructores.