El cine llegó a Costa Rica tempranamente, en 1897, como entretenimiento, pero no fue sino hasta 1913 que se realizaron las primeras producciones de imágenes en movimiento por fotógrafos costarricenses, como Amando Céspedes Marín y Manuel Gómez Miralles.
Todos estos trabajos se enmarcaron en un ambiente costumbrista, tema congruente con los argumentos en la literatura nacional de la época.
Esto levantó roces entre el Ministerio de Cultura y otras instancias gubernamentales, que culminó con la censura del filme Costa Rica: Banana Republica (Ingo Niehaus, 1976).
El tema del campesino que va a la ciudad vuelve a ser tratado con Los secretos de Isolina (Miguel Salguero, 1984) y Eulalia (Óscar Castillo, 1987), pero el público costarricense tiene que esperar catorce años para volver a ver otra película nacional, Asesinato en El Meneo (Óscar Castillo, 2001), comedia en la cual, por primera vez, se refleja la deteriorada imagen del país en un largometraje de ficción.
La animación digital ha experimentado importantes avances en épocas recientes, casi todos cortometrajes: Gringo pinto (Guillermo Ramos, 2010); Pique tico (Pablo Solís, 2014), Ellas (Andrés Francisco Chaves, 2015); El cumpleaños esotérico (Guillermo Tovar y Nadia Mendoza, 2015, primer largometraje de animación); Terror en Doomsville (Rocket Cartoons, 2016), Below 0 (Itai Hagage y Jonathan Gómez, premio a mejor corto del Festival Iberoamericano de Cortometrajes, España 2017).
Entre las películas extranjeras que se han filmado en suelo costarricense, destacan Carnaval en Costa Rica (Gregory Rattof, 1947), El Dorado (Carlos Saura, 1988), 1492: la conquista del paraíso (Ridley Scott, 1992), Congo (Frank Marshall, 1995), After Earth (M. Night Shyamalan, 2013) y Escuadrón suicida (David Ayer, 2016).