La provincia debe su nombre a la ciudad homónima, su capital, que lo toma a su vez del José María González de Cienfuegos Jovellanos, que fue capitán general de Cuba en el siglo XIX.
El promedio anual de precipitaciones es de 1400 mm, aunque en años muy lluviosos ha llegado a los 1800 o 2000 mm; la humedad relativa promedio es del 77 %.
Los vientos soplan en la madrugada en dirección estenordeste, y las brisas (de 11 hasta aproximadamente las 17) del oeste suroeste, entrando desde la bahía.
En sus tres centros universitarios se forman jóvenes latinoamericanos, africanos y del Medio Oriente; solamente su Facultad de Ciencias Médicas gradúa al año más profesionales que la Universidad de La Habana antes de 1959, por citar un ejemplo.
Rica en palacios (Blanco, Ferrer, Goitizolo...), parques (José Martí, Villuendas, Panteón de Gil...), teatros e iglesias (Catedral...), y con su paseo del Prado, el cual se prolonga hasta el mar, muestra al mundo los encantos del teatro Tomás Terry, fiel reflejo de la época de oro de Cienfuegos; o el Palacio de Valle, exponente del eclecticismo arquitectónico prevaleciente en la ciudad, donde armonizan los estilos mudéjar y bizantino con el veneciano, el gótico y el barroco.
Los fondos marinos invitan al buceo, con formaciones coralinas de baja y media profundidad en la Ensenada de Barreras y Las Playitas, mientras que a un avance hacia el fondo resalta un relieve abrupto acompañado de abundantes esponjas, gorgonias y corales.
La bahía de Jagua representa un recurso estratégico para los deportes náuticos en la región y en Cuba con sus 88 km², que permiten conformar una pista acuática de una milla náutica para los campeonatos internacionales (con carácter mundial desde 2001) de lanchas rápidas Fórmula T-1, que ya apostaron por la plaza.