En invierno, son habituales las heladas diarias que en varias ocasiones han llegado a superar los -14 °C, con nevadas esporádicas.
La media de precipitaciones suele rondar los 800 mm al año, principalmente presentes en otoño y primavera.
La explotación minera ha sido básicamente a cielo abierto, lo que ha modificado en gran medida el relieve del terreno, destruyendo sobre todo las zonas superficiales donde se suelen apreciar los lapiaces kársticos.
Posteriormente se transfiere a la sociedad Cerro del Hierro S.A., que entre 1972 y 1977 extrajo una cifra similar.
En la actualidad no se lleva a cabo ningún trabajo de aprovechamiento.
No se puede pasar por alto, el entorno que rodea a este complejo, ya que en parte se trata de un bosque de Alcornoques (Quercus suber) muy conservado, salpicado de árboles tan interesantes como el Quejigo (Quercus faginea) y el Roble melojo o Rebollo (Quercus pyrenaica).
En los callejones y agujas se pueden ver durante todo el año el Roquero solitario (Monticola solitarius), el Gorrión chillón (Petronia petronia), el Cuervo (Corvus corax) o el Colirrojo tizón (Phoenicurus ochrurus), pero en primavera frecuentan la zona, además, la Golondrina dáurica (Hirundo daurica) y el Abejaruco (Merops apiaster),y en invierno se puede observar al Acentor alpino (Prunella collaris).
Son numerosas las especies aromáticas como el Tomillo salsero (Thymus mastichina), el Cantueso (Lavandula luisieri y Lavanduyla sampaiana), la Manzanilla amarga (Helichrysum stoechas), el Romero (Salvia rosmarinus),etc.
Abundan arbustos como el Madroño(Arbutus unedo), el Bupléiro (Bupleurum fruticosum), el Lentisco (Pistacia lentiscus), el Durillo (Viburnum tinus), y trepadoras como la Zarza (Rubus ulmifolius), o la Madreselva (Lonicera implexa) La mejor época para visitar este curioso lugar es el otoño y la primavera, ya que el clima predominante es muy benigno.
La piedra caliza tiene unas formas muy características, que es difícil encontrar en otras escuelas y posee una gran adherencia.
Esta escuela tiene varias décadas de existencia, siendo prácticamente los escaladores los únicos visitantes habituales del Cerro del Hierro hasta su transformación en punto de atracción turística, habiéndolo conservado con el respeto que se merece.
Estos trabajos dejaron al descubierto un paisaje de formas y colores únicos en el que dominan las agujas, corredores o lapiaces.